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- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 2005-07-09 | [Acest text ar trebui citit în espanol] | Înscris în bibliotecă de Valeria Pintea
En las pálidas tardes
yerran nubes tranquilas en el azul; en las ardientes manos se posan las cabezas pensativas. ¡Ah los suspiros! ¡Ah los dulces sueños! ¡Ah las tristezas Ãntimas! ¡Ah el polvo de oro que en el aire flota, tras cuyas ondas trémulas se miran los ojos tiernos y húmedos, las bocas inundadas de sonrisas, las crespas cabelleras y los dedos de rosa que acarician! En las pálidas tardes me cuenta un hada amiga las historias secretas llenas de poesÃa; lo que cantan los pájaros, lo que llevan las brisas, lo que vaga en las nieblas, lo que sueñan las niñas. Una vez sentà el ansia de una sed infinita. Dije al hada amorosa: ?Quiero en el alma mÃa tener la aspiración honda, profunda, inmensa: luz, calor, aroma, vida. Ella me dijo: ?¡Ven!? con el acento con que hablarÃa un arpa. En él habÃa un divino aroma de esperanza. ¡Oh sed del ideal! Sobre la cima de un monte, a medianoche, me mostró las estrellas encendidas. Era un jardÃn de oro con pétalos de llama que titilan. Exclamé: ?Más... La aurora vino después. La aurora sonreÃa, con la luz en la frente, como la joven tÃmida que abre la reja, y la sorprenden luego ciertas curiosas, mágicas pupilas. Y dije: ?Más...? Sonriendo la celeste hada amiga prorrumpió: ?¡Y bien! ¡Las flores! Y las flores estaban frescas, lindas, empapadas de olor: la rosa virgen, la blanca margarita, la azucena gentil y las volúbiles que cuelgan de la rama estremecida. Y dije: ?Más... El viento arrastraba rumores, ecos, risas, murmullos misteriosos, aleteos, músicas nunca oÃdas. El hada entonces me llevó hasta el velo que nos cubre las ansias infinitas, la inspiración profunda y el alma de las liras. Y los rasgó. Allà todo era aurora. En el fondo se vÃa un bello rostro de mujer. ¡Oh; nunca, Piérides, diréis las sacras dichas que en el alma sintiera! Con su vaga sonrisa: ?¿Más?... ?dijo el hada. Y yo tenÃa entonces clavadas las pupilas en el azul; y en mis ardientes manos se posó mi cabeza pensativa...
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