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- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 2010-05-08 | [Acest text ar trebui citit în espanol] | Înscris în bibliotecă de Cătălin
¿Tornan de nuevo las grullas a ti, las naves el rumbo
tuercen, van de tus playas en pos? ¿ Serenas y ansiadas brisas llegan al plácido mar, y al sol asomando del abismo el delfín, luz nueva inunda su dorso? ¿Jonia brilla? ¿Tiempo es ya? Pues es primavera, y ha tornado a nacer la vida en todos los seres, y hay en los hombres amor, y tiempos áureos se evocan; ¡vengo en tu paz a ti, oh poderoso, a loarte! ¡Oh venerable!, descansas aún viviendo a la sombra de tus montes; aún tus brazos jóvenes ciñen amorosos tu tierra, y a tus hijas, ¡oh padre! de tus islas radiantes aún ninguna perdiste. Creta vive, y Salamis, que frescos laureles circundan. Y alza, en medio de rayos, y a la hora del orto la testa resplandeciente Delos, y Tenos y Kíos frutas purpúreas guardan: y de embriagadas colinas mana el vino de Chipre, y de Kalauria descienden ríos de plata que van a las véteras aguas del padre. Todas viven, las islas que un día engendraron los héroes. Y año tras año irradian y si una vez, del abismo liberado, el fulgor de la noche, la interna borrasca a una de ellas sorprende y en tu seno a los hombres sepulta, tú, tú en cambio pervives, deidad, pues sobre la oscura sima, por ti mucho viose nacer y mucho morir.(...) (...)Entonces, ¡oh amigos de Atenas, oh gestas de Esparta, cara primavera de los griegos! Si llega a nuestro otoño, tornad y mirad, espíritus todos del mundo que fue, ¡pues el fin de los años se acerca! ¡La fiesta también celebrad, oh días de antaño! A la Hélade miran los pueblos, llorando y cantando del día orgulloso del triunfo los suaves recuerdos. ¡Floreced entre tanto, mientras los frutos maduran, oh jardines de Jonia! ¡Floreced en las ruinas de Atenas! ¡Ocultad a los días futuros el duelo! ¡Coronad con eterno verdor, oh laureles, los túmulos de los muertos, allá en Maratón, donde tantos victoriosos soldados cayeron, o allá en Keronea, cuyos campos los últimos atenienses sin armas huir vieron del día fatal de la afrenta, allá donde de la cima hasta el valle trenos se escuchan, y el canto del destino las aguas vagabundas entonan! Mas, oh tú, de los mares señor inmortal, aunque el canto de de los griegos no más, como antaño, en tus olas te loe, canta en mí más y más; que el espíritu impávido de los mares, al modo de los nautas, disfrute su solaz, y la lengua de los dioses distinga, y el vaivén de las horas; y así, si el tiempo voraz sobreviene a segar la miseria y los yerros de mi vida mortal, y entre los muertos a hundirla, que la paz en el fondo de tus abismos encuentre.
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